sábado, 21 de marzo de 2015

Me presento

Señores, estoy enajenada. Panicando, que es un verbo que me gusta mucho. Así, rollo marujil con bata de guatiné y alpargatas, pero con la permanente recién hecha, arreglada pero informal.


Mi vida es un caos.

Que sí, que me lo he buscado yo solita, que quién me mandaría, que diría mi abuela, que parece que me va la marcha. Joder, un poquito de comprensión: que me voy a mudar del chiquipueblo al centro de la gran ciudad, obra de El Escorial mediante, tengo uno de esos curros en los que de vez en cuando parece que el planeta Tierra va a implosionar llevándose por delante toda la galaxia y el espacio sideral y tienes que correr como pollo sin cabeza para nada en realidad, porque nadie se libra de una implosión del planeta Tierra por mucho que corra, pero que te vean que corres mucho, mucho, vamos, que corres que te las pelas. 

Y para terminar de rematar el asunto, estoy (estamos) en la búsqueda de nuestro primer hijo desde hace ya unos cuantos meses. Bueno, meses según mi parejo, que yo digo que son años, porque de base soy una cagueta y llevo la tira de tiempo aguantándome las ganas de reproducirme. Claro, con esa premisa, cuando te pones al lío y das rienda suelta a tus deseos clonadores, pues las hormonas se apoderan de todo tu ser y te conviertes en una loca que no veas, que son años ahí reteniéndote.

Señores, no me culpen, que no hay nada que hacer a estas alturas: están ya la hipoteca de ese piso en la gran ciudad firmada con el banco a 30 años y la caja de condones caducándose en el cajón de la mesita de noche (y los test de embarazo que compré en marzo de 2014, también, que aquí caduca todo, no se crean). 

Ah, del curro, mejor ni hablamos, que esto es España en 2015 y no está el tema para pensar en jugar con el pan. 

Ele, arrancamos el blog.

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