lunes, 29 de junio de 2015

Perdida que te cagas en la gran ciudad

Dicen los gurús del couchin y charlatanes expertos en psicología de mercadillo que se tarda 21 días en establecer un hábito (¡ja!). Pues ya la hemos liado: una semanita más de los 21 días de precepto llevo en la gran ciudad y, por ahora, tiene toda la pinta de que mi hábito es estar tan perdida como Paco Martínez Soria en versión joven, femenina, hipster de palo y con una historia en el chiquipueblo a mis espaldas. 

Quédefrutamadre.





Librarse de las garras de costumbres ancestrales forjadas al calor de los chiquipueblos anodinos no va a ser pan comido, señores. Llega el fin de semana y me aturdo con la oferta cultural y con la rapidez con la que se escapan los billetes de la cartera, que la gran ciudad me va a matar de un infarto o con la ruina financiera, cómo despliega sus armas la jodía. Sospecho que se guarda un tercer método en la manga: muerte por desesperación a la hora de aparcar, pero de momento me está dando tregua para que me lo crea y me venga arriba y luego ¡zasca!, donde más duele.

A ver, que atravesar la Puerta del Sol arrastrando el carrito de la compra en una mano y en la otra, un paquete de papel higiénico de tamaño familiar, es de todo menos hipster, lo admito (sí, si alguno me vio, era yo, ¿qué pasa?). Quizá salir a dar una vuelta y sacarte el helado de casa marca blanca tampoco es lo más glamouroso, pero es lo que hay, todo lleva un proceso de adaptación, y a mí 21 días me parecen una mierder, que aún tengo el salón lleno de cajas y el olor a pintura del piso me sigue colocando (¡gratis, yupi!).

Mira que al final me veo que acabo haciendo la compra en Mercadona online, con lo que he renegado de Hacendado. En otras 3 semanas me vuelvo a reportar y os cuento.  

lunes, 15 de junio de 2015

Malas noticias

Chatungos, yo empecé este blog con la intención de reírme un poco de mis pelos de loca y agobios en una época expansiva y de cambios radicales en mi vida. En realidad lo que a mí me apetecía contar eran mis descubrimientos de la gran ciudad con esa mirada que solo puede aportar quien ha vivido en el chiquipueblo (de mierder) y compartir con vosotros los pormenores de la búsqueda infructuosa de churumbel, deseando anunciaros la buena noticia y con ánimo de evolucionar hacia los descubrimientos de la gran ciudad en compañía de hipstercitos, que dos hipster juntos (o tres, madre, padre de la criatura y retoño) molan mucho más que uno.

Pues me temo que no va a poder ser, que me he quedado sin la mitad de la temática del blog.

El pasado miércoles fuimos por segunda vez a la consulta de infertilidad. Sí, esa a la que la ginecóloga nos derivó a regañadientes tras mirarme como si fuera una enajenada buscadora de las que pasan por su consulta sin motivos para preocuparse ("si aún eres muy joven...") y en la que en la primera visita no nos tomaron muy en serio cuando dije que quizá necesitara hacerme los análisis de sangre en el día 2 del ciclo en otra provincia porque viajo mogollón por curro ("ajá, que viajas mogollón por curro, entonces tampoco habréis buscado tanto..."). Vaya, vaya, ni la edad ni los viajes, en la segunda consulta les cambió un poco la cara cuando nos dieron malas noticias.




Así que nada, he decidido que por el bien de mi salud mental aparco los deseos clonadores de la especie, lo que incluye dejar de leer, imaginar y escribir sobre churumbeles que más que nunca pertenecen a un limbo espacio-temporal inaccesible (no sé, el cuarto o quinto nivel de la peli de Origen lo menos), dejar de tomar el ácido fólico (yo creo que después de este tiempo, tengo los niveles deputidimare para los próximos 5 ó 6 lustros) y, por supuesto, dejar de medirme la temperatura ebrimornin con ese termómetro venido de tierras alemanas que tiene una funda viejuna, cuasitricotada, y que siempre me hacen sacar en los controles del aeropuerto para mi sonrojo.

Se acabó. Mejor me doy al alcohol que siempre ha sido lo mío. Total, ya nos lo dijo todo el mundo, así en plan optimista, cuando supieron que abandonábamos el chiquipueblo, que el centro de la gran ciudad con hipstercitos es lo peor de lo peor.

Solo pido que la suerte me acompañe en mi reclusión, ya que en otros aspectos la muy japutamalditapuñeteraquelapario me da la espalda, y que, por favor, deje de chotearse de mí con momentazos como encontrarte en el hospi con tu amiga, marido y bebé, cuando tú vas a infertilidad y ellos salen del pediatra (en un hospi que por cercanía al domicilio ni es el suyo ni es el mío) o ponerte YouTube en el curro para escuchar un poquito de música animada y que el anuncio que me tengo que tragar sea el de ClearBlue test de embarazo con una precisión que te cagas, en el que la rubia dice así toda happy a su amiga: "Uys, I am pregnant!" y casi le montan el baby shower ipso facto.

Voy borrando las cookies por si los moscardones. Y, señores, de ahora en adelante, esperen más entradas dedicadas al gintonic y a la mala vida.






martes, 9 de junio de 2015

Si lo sé, no me hago hipster

Josmíos, hay que ver lo duro que es esto del hipsterío. De haber sabido la que se me venía encima, me habría hecho otra cosa, no sé, domadora de cocodrilos, cantaora de flamenquito o tocóloga. Que las moderneces y el postureo me traen loca.




Tras la friolera de 3 días viviendo en la gran ciudad (tiempo más que suficiente para sentar cátedra, en esta vida hay que ser valiente), puedo asegurar que mola. Para los que somos de extrarradio, de las afueras de las afueras, atora un poco tanto estímulo. Ostras, que el otro día salí a enviar un fax y me tiré una hora y media fuera de casa porque vi un mueble súuuuuper práctico de los años 60 para guardar botellas de alcohol y cristalería (ya se sabe, prioridad absoluta tras una mudanza, digamos que necesidad básica) cuyo precio estaba totalmente fuera de mi presupuesto y me puse a hablar con la dueña del local antes de irme a desayunar a El Azul de Fúcar, que se ve que nadie madruga en el centro de la gran ciudad, por eso de que sirven desayunos hasta las 13:00h. Con la de cajas que tengo que desembalar.


Pero salir del hipsterío de extrarradio y llegar a los paseos improductivos me va a costar una semana sin agua caliente (maldigo las compañías de gas y los festivos locales), sin cocina (maldigo mis gustos nada corrientes en estos lares, sólo a mí se me ocurre pedir una encimera de madera y esperar que llegue a tiempo), unas vacaciones destinadas a atender a los "profesionales" de la obra de El Escorial que por h o por b no han terminado su trabajo a tiempo (maldigo el gremio de la construcción cienes de veces) y un ataque de nervios inminente, sin saber cuál es el centro de salud que me corresponde. Menos mal que aquí las ambulancias llegan pronto, que de esta en el chiquipueblo me habría largado al otro barrio.

Eso sí, como buena hipster, tengo internet en casa desde el día uno. Tiene bemoles que los más serios en este asunto hayan sido la empresa de telecomunicaciones.

Ahora que esto de la falta de agua caliente me está poniendo la piel tersísima, he rejuvenecido lo menos 10 años, y en la veintena preñarse está tirao, señores, y la ausencia de cocina me ha proporcionado la excusa perfecta para conocer los baretos del lugar y fundirme los euros que tan bien me vendrían para comprar un sofá en algún momento de mi vida.

A los "profesionales" de la obra y el inminente ataque de nervios, en cambio, no le acabo de pillar el tranquillo, fíjense.

lunes, 1 de junio de 2015

10 cosas hipster que pienso hacer cuando me quede preñada

Si en otra entrada os contaba las 10 cosas hipster que puedo seguir haciendo porque no me preño, tratando de ver el lado positivo de una situación que se alarga más de lo previsto, esta vez toca soñar despierta e imaginar que en algún momento llegará mi turno y podré hacer realidad las 10 cosas hipster que, ahora que aún no tengo ni pajolera idea de lo que es un embarazo, pienso poner en práctica en cuanto sepa la noticia:

1. Seguir practicando el escapismo. Llamadme trastornada, pero al final le he pillado el gusto a actuar, y quién sabe, quizá el día de mañana pueda desarrollar una profesión paralela e incrementar los ingresos de mi hogar. El tema es que jugar al despiste no está tan mal, da mucho margen de maniobra, y me veo con ánimos de ir capeando las preguntas indiscretas hasta que el tripón sea evidente. Mola ser el blanco del cotilleo y que te resbale, ¿no?, es todo un ejercicio de desarrollo de capacidades. 

2. Encontrar una forma chula de decirle al parejo que es prepadre. Que me veo saliendo del baño con las bragas bajadas, andando como un pingüino por el pasillo, predictor en mano, gritando: "churriiiiiiiiiiii, tengo algo que contarteeeeeee", y qué queréis que os diga, es la viva imagen del antiglamour. Por eso, mejor tenerlo todo previsto, que luego salirse de un plan estratégicamente elaborado da perezón. Aquí todavía tengo que afinar la inventiva: se me ocurre anunciárselo en un eventazo, como en un concierto indie de un grupo que tenga alguna canción que hable de la paternidad, y cantarle la letra a la oreja poniéndole ojitos. Pero vamos, que se admiten sugerencias, porque como me flipe pensando que mi preñamiento puede coincidir con un concierto guapo de un grupo indie que tenga una letra que hable sobre paternidad, la ostia puede ser monumental, que yo soy muy de fliparme.

3. Leerme del tirón un libro de los de pensar que tengo aparcado en la estantería, y que además está en inglés y se llama: "The Evolution of Childhood: relationships, emotion, mind". Tiene una pinta espectacular, pero siempre encuentro una excusa para no sumergirme en su lectura. Con un preñamiento inminente, no va a haber quien me pare. 

4. Ir a yoga, mi único concepto de deporte. Aprender de mantras, chakras y lo que se tercie. Volverme mística, hablar del ciclo de la vida, respirar correctamente para aguantarme las borderías cuando el escapismo caiga por su propio peso. He dicho.




5. Vestir ropa ajustada y sobre todo, camisetas de rayas horizontales bien prietas. Marcando como no marcaba ni a los 15, tope chenchi. El preñamiento es un estado ideal para lucir barriguita, esa que intento disimular con mis outfit del día a día. Pues nada, que se jiñe la perra: yo, a lo famosa, el embarazo por delante. 

6. Hacerme un álbum de fotos de ensueño: nunca he contratado a un fotógrafo profesional, que las fotos de la Comunión no cuentan como contratar con pleno uso de las facultades de uno. Ni en nuestra boda siquiera. Me asusta un poco morirme sin dejar una foto decente a mis descendientes, así que habrá que solucionarlo, aunque con mi exigencia para la fotografía no me vale cualquiera. Que uno de mis entretenimientos de siempre ha sido sido reírme de las fotos de bodas en los escaparates (joder, qué mala soy), esas poses de: "uys, escóndete detrás de árbol y haz como que estás jugando al escondite con 35 tacos y que me acabas de encontrar y te alegras". ¿Soy la única a la que le dan vergüenza ajena? Así que me tocará rascarme el bolsillo y buscar algo especial,rollo Lucía M, que se salga del "que el parejo te haga un corazón en el ombligo con las manos, tope original, ¿eh?".

7. Apuntarme a un grupo de crianza/lactancia de la gran ciudad. ¡En la gran ciudad existen estas cosas, es tan acojonante! Debatir y socializar con otras madres futuras, principalmente para quitarme la espinita de haberme interesado tanto por la maternidad y el desarrollo infantil sin ser madre hipster aún. Que hay peña a la que le doy mucho miedo.

8. Establecer una rutina de cuidado facial y corporal. Sí, señores, soy una hipster de palo que apenas me pongo potingues y me da mucho reparo gastarme los euros en eso. Pues no, en cuantito me preñe, me voy a fundir la visa en la tienda de Olivia The Shop y que me quiten lo bailao. 

9. Reírme a carcajadas con el parejo. Descojonarme viva, por los malos ratos que le hecho pasar en la búsqueda, por las dudas que me han asaltado y me han robado el sueño a ratos. Lo que más quiero en este mundo es partirme de esta época.

10. DISFRUTAR del día a día de nuestro proyecto vital. Acariciarme el barrigón con cara de satisfacción máxima y contarle al peque la cantidad de cosas hipster que vamos a hacer juntos cuando esté aquí.