lunes, 15 de febrero de 2016

El secretito de la calle Cedaceros

Lo que hoy vengo a contaros no será ninguna novedad para los lectores de Madrid de toda la vida y tampoco para los que hayáis escuchado mi participación junto con otros blogueros madrileños en el último programa de Podcastizo, donde adelanté la primicia. 

(¿Qué me estáis insinuando? ¿Que aún no habéis oído la dulce voz de La Hipster? ¿Os habéis perdido ese momentazo en el que cojo el micro y no lo suelto, que está claro que yo fui a la radio a hablar de mi libro? Estáis a tiempo, chatungos, pinchad en el siguiente enlace y pasad un rato divertido conmigo misma, y también con De Madrid a la Nube, CAvilesPhoto, Ana Villamuelas y Madrid es Cool, entrevistados por Podcastizo: La Hipster habla en la radio aquí).

Desde que abandoné el chiquipueblo, bendita la hora, voy a todos los sitios andando. 

En el chiquipueblo para ir a cualquier lado interesante había que coger el coche. En la granciudad solo necesito calzado cómodo y abandonar la pereza en una de las cajas de mudanza que hay esparcidas por mi casa.

Y en mis paseos por Madrid tengo una máxima: ir pendiente de los detalles y los edificios, imaginarme historias peregrinas y cotillear si veo una ventana con luz. 

Una de las calles por las que paso a menudo cuando pretendo enfilar la Gran Vía es la calle Cedaceros. A lo mejor a vosotros también os pasa, yo suelo tener preferencia por una acera, en Cedaceros es la de los pares, así que aprovecho para mirar absorta la de los impares. 

Iba con el parejo un día y, de repente, caigo en este edificio:



- Shh, shh, parejo, ¿has visto ese edificio? Ostras, qué raruno, qué portón de madera, qué ventanas... ¿Quién vivirá ahí? Parece que no tiene telefonillo... Espera, que hay una placa en la puerta, ¿cruzamos?

Y cruzamos a cotillear la placa, dorada, con letra a lo elegante, reza algo así como: "Sociedad de Amigos del Teatro de Variedades".

- ¡Venga ya, parejo! -yo ya estaba riéndome a carcajada limpia- ¿Teatro de variedades? Gensanta, si eso ya no se estila. Me vas a decir tú a mí que la Sociedad de Amigos del Teatro de Lina Morgan- no sé por qué yo oigo la palabra "variedades" y se me viene a la mente el programa "Noche de Fiesta" de La 1- tiene pasta para un edificio de este calibre en el centro de Madrid. Venga ya, venga ya... ¡es una tapadera, está clarinete! Esto es un club de swingers, amore, si no lo sabré yo, un club de parejas liberales y ese rollo. Que me los conozco guay y tiene toda la pinta...

- O peor, un lugar de rituales satánicos y orgías a lo "Eyes Wide Shut" - el parejo es que además de estar to güeno es muy listo. 

Ahí quedó la cosa. 

Después de un par de meses, volvimos a pasar por Cedaceros con dos amigos muy amantes también de la truculencia. Y había una luz roja, ¡roja!, en el interior de una de las estancias. 

- ¿Pero de verdad vosotros os creéis lo que pone en la placa? Hombreya, que no, que ahí dentro ahora mismo se está celebrando una bacanal. 

Mi amigo, que es un cachondo:

- Tía, ¿cruzamos, llamamos al telefonillo y decimos la contraseña para que nos dejen entrar a ver qué se cuece? Seguro que la contraseña es "antimonio".

Jajajaja, antimonio. 

Ahí quedo la cosa. 

Hasta que un día, en un descanso del curro, cuento la historia de la Sociedad de Amigos del Teatro de Variedades a unos compañeros. Y una compi muy madrileña de forever:

- Hipster, ay, que creo que sé de qué edificio me hablas. Que en esa calle hubo un cine muy chulo, el Bogart.

Y en un momento, los móviles ardiendo y todos googleando (¿cómo no se me ocurrió antes?) y, efectivamente, donde antaño estuvo el cine Bogart, hoy está el Club Bogart, juzguen por ustedes mismos:



En su cuenta de instagram, se definen como un "santuario para caballeros ociosos". No digo más. 

Teatro de variedades lo llaman ahora. Qué modernez. 

Si es que tengo un ojo...


P.D. Por cierto, gracias a la ventana en el tiempo De Madrid a la Nube, he descubierto que en algún momento fue el Cine Panorama. Pinchad aquí para descubrir la foto. 




domingo, 7 de febrero de 2016

El consultorio sentimental de La Hipster en Podcastizo

Hola, corazones:

¿Habéis escuchado alguna vez eso de "consejos vendo, para mí no tengo"? Pues eso es a lo que me voy a dedicar de ahora en adelante, que ahí hay mercado, al coaching sentimental.

Con esto de que últimamente la vida virtual me da más alegrías que la de verdad, la de carne y hueso y lágrimas y días de sol de invierno, me he aliado con una panda de frikis increíbles de majos, con mucha más experiencia que yo en batallar con la granciudad, y que se marcan podcast de cinco horas hablando de Madrid y lo que se tercie, y se les quedan cortas. Os hablo de Podcastizo, los chulapos de las ondas, adaptados a los nuevos tiempos además en Twitter.




¿Qué ha pasado? Pues que nos hemos hecho #muyfans mutuamente y me invitaron a uno de sus programas, que espero que podáis escuchar prontito, junto con otros cracks madrileños que saben mucho de planazos, fotografía e historia. Y la menda ahí de figuranta.

(¡Oh, sí, la voz de La Hipster! Que os conozco y sé que estáis flipando mazo con el tema. Sí, chatungos, sí, vais a poder escuchar en breve mi voz aterciopelada).

Claro, estaba cantado, vosotros probad a juntar a unas cuantas mentes brillantes en un espacio cerrado, egos indomables micrófono en mano, y ahí la entropía se dispara y puede ocurrir anything. Y ocurrió, ocurrió que para variar se nos fue mucho la pinza y vamos a colaborar y lanzar un par de secciones nuevas en Podcastizo. 

Han oído bien, señores, no una, sino dos nuevas secciones en el podcast de moda en la granciudad, destinadas a ofrecer servicios de primera necesidad al madrileño de a pie (y a los no madrileños también, of course).

Redoble de tambores (o timbalada, que está in desde que gobierna Carmena): en breve podrán disfrutar de la sección "Mamá, quiero ser hipster" (o similar, el nombre está aún por definir), en la que La Cool, una tía que del hipsterio controla mogollón, me ayudará a acelerar mi proceso de conversión a la modernez. Desde aquí y desde ya, gracias, chatunga, qué sufrimiento tenía y ahora por fin visualizo la luz al final del túnel. Y, cómo no, también de "El consultorio sentimental de La Hipster", donde una servidora escuchará vuestras dudas, ruegos y preguntas relacionadas con el mal de amores, y será un hombro amigo en las noches solitarias, una caricia directa al corazón, un pozo de sabiduría de las relaciones personales.




Bueno, a lo mejor no es así precisamente. Pero prueben, prueben... anímense a abandonar el Tinder, el Badoo, el Madison no sé cuantitos y los locales de dudosa fama a las tantas de la mañana. Dejen de pedirle consejo a la suegra, que siempre va a ponerse del lado oscuro, parecen ustedes nuevos en la materia. 

¿No sabes cómo decirle a tu churri que su pijama de borreguito sí, es muy mono, pero forma parte del comando antimorbo y a ti el borreguito lo que es calentarte, como que no? ¿Quieres sorprender al parejo y si le llevas a alguna tetería más de esas cuquis con papel pintado de flores temes que a) le de un jari o b) se adhiera a lo fashion y se quiera transformar en tu personal shopper, y para qué quieres más, así que necesitas un plan mucho más friki y no sabes ni por dónde empezar, que tú eres muy del Barrio Salamanca y él muy de Vallekas? ¿Necesitas pedir perdón, has metido la pata hasta la ingle interna, y lo más literario que te sale a ti es un "cariño, otra vez te he hecho lentejas para cenar, que me salen mu ricas"? ¿Te acaba de dejar tu novia de toda la vida y te ves con treintaytantos más perdido que yo misma en el stand de Tous del Cortinglés y te vendría fetén saber dónde se reúne la juventud para ligar o frunjir o lo que surja?

¡Ya estás tardando, si es que estas cosillas del amor nos pasan a todos! Escríbenos a oyentes@podcastizo.com, mándanos un twitt con tu consulta (La Hipster y Podcastizo) o deja un comentario en este post, y no te defraudaremos. Prometido, no estoy cruzando los dedos ni ná.

¡Atentos a las ondas! 

miércoles, 3 de febrero de 2016

Cabeza de Calabaza, una tienda de sombreros molona en Malasaña


No soy para nada fetichista. 



Aunque tengo predilección por algunos objetos. Me encantan mucho los zapatos, no es que sea una loca que coleccione sin ton ni son, porque no me da el mierdasueldo más que nada, pero siempre, siempre, compro zapatos de piel "buenos": los que tienen tacón los guardo en su caja bien empaquetaditos y, ¡ele!, al armario a la zona de nunca poner (y menos ahora que necesito calzado cómodo para patearme Madrid) y los de sin tacón, los planos, planísimos, a machacarlos hasta que ya no haya por dónde pillarlos o la fascitis plantar los destierre de mi vida. 

Lo mismo más o menos me sucede con los bolsos. Grandes y de piel, no admito variantes. Excepto un bolso chiquitín que acabo de rescatar y era de mi madre, calculo que comprado en el año 1996 (repite conmigo, vintage, vintaaaaage), que siempre me había parecido viejuno y ahora me encanta con sus hebillas doradas. Definitivamente, me estoy haciendo mayor. 

Y los relojes de hombre. Me quedo embobada mirando los escaparates de las joyerías y me pirran los de esfera grande, plana, blanca, con correa de piel. Vamos, el reloj de caballero de toda la vida de Dios, el de abuelo. 

También me flipan las gafas. Las de sol, las de ver y las pixeladas. 

Vamos ya, a quién pretendo engañar, que soy una fetichista de manual.

Y dentro de mi fetiche, hay dos prendas que me trastornan. Las capas y los sombreros, todo muy barroco. 

Capa no tengo ni he tenido. Creo que no cuenta como capa el poncho de rayas que olía a llama de mi adolescencia. Otro día os hablaré de él en más detalle. Ahora bien, el sombrero, ¡ay, mi sombrero! Pero cómo me gusta que hayan vuelto a ponerse de moda y se vean por la calle de todas las formas y tamaños.

Ya iba yo fijándome en el hipsterio de la granciudad, que las chicas monas llevan su sombrerito, y se me antojaba uno. Y apareció el parejo por mi 31 cumpleaños y entre los pre-regalos que se marcó, me cayó un vale de regalo por un sombrero de la tienda más molona, Cabeza de Calabaza.



Cabeza de Calabaza está en la Calle Palma, en pleno barrio de Malasaña. La dueña del negocio se llama Irene, y es mas maja que las pesetas, siempre se está riendo. Y a lo que se dedica Irene es a hacer sombreros y tocados a medida de sus clientes. No os vayáis a pensar que son sombreros normaluchos, grises y anodinos, qué va, son de los que te para la vecina cuando te ve para decirte qué guapa vas (basado en hechos reales). La personalización es absoluta: puedes escoger el tipo de sombrero, la tela, el color, la decoración...e Irene se encarga de tomarte las medidas y de confeccionar el sombrero a mano. 



 

Siempre había pensado que mi primer sombrero sería uno estilo años 20, supongo que influenciada por la imagen de Angelina Jolie en El Intercambio. Sin embargo, me decanté por un modelo bien diferente, un sombrero floppy mucho más sesentero, así de ala ancha y ondulado. 


El mío es en color topo y con una trenza como adorno, y me tiene enamorada perdida. A mí y a todo el que me ve con él, no os imagináis cuántas personas me han preguntado qué dónde lo que comprado, porque es precioso. 

Así que, mi recomendación: un día de estos de malasañear, aprovechad para visitar el taller de Irene y probaros alguno de los sombreros que tiene. 

Si os resistís y salís de la tienda con las manos vacías, me lo contáis. Que no me lo creo.